Palestina en las universidades: ética académica, libertad de expresión y responsabilidad ante el genocidio
Durante las últimas semanas en distintas universidades del mundo se han castigado severamente las expresiones de solidaridad con el pueblo palestino y la crítica al estado de Israel, responsable del proceso de genocidio y limpieza étnica que se ha recrudecido desde hace 18 meses en Gaza y Cisjordania. Expulsiones de estudiantes, despidos de profesores e investigadores, cancelación de conferencias, presentaciones de libros y otros eventos académicos, e incluso deportaciones de quienes habitaban un país extranjero con visa de estudiantes, trabajadores o refugiados, son sólo algunas de las expresiones de este fenómeno de persecución y censura que amenaza con expandir sus fronteras. La acusación de antisemitismo ante cualquier asomo de crítica se ha vuelto el arma predilecta de quienes lo impulsan.
En México, la libertad de expresión y el derecho a la libre manifestación han permitido que, desde el 7 de octubre de 2023, activistas contra el genocidio en Palestina hayan increpado en distintos espacios a diversas voces que apoyan, justifican o callan ante el genocidio. Sin embargo, esa misma libertad de expresión ha comenzado a usarse como argumento para censurar aquellas expresiones críticas o de denuncia, acusándolas de nuevo de antisemitas. Ante ello, como trabajadores académicxs de diversas universidades de nuestro país (UNAM, UAM, UACM, INAH, UPN, CIESAS, BUAP, UdG, IPN, ENAH, UV, Ibero, Chapingo, UASLP, UABC, UANL, Instituto Mora, CIDE, UMICH, Colmex, UPN, UACh, entre otras), queremos expresar lo siguiente:
Entendemos que el diálogo, la escucha y la libertad de expresión son principios fundamentales del quehacer universitario. No obstante, la asimetría causada por la ocupación del territorio palestino, que está desplegando ahora con celeridad su fase genocida e impide el acceso a medios y espacios de discusión, investigación y comunicación, obliga a redefinir dichos conceptos. ¿O acaso es posible pedir ecuanimidad y falta de reacción ante un desastre humanitario colosal como el que estamos viviendo? La libertad de expresión es un derecho de todas las personas, y eso incluye a quienes protestan contra posiciones islamofóbicas y arabofóbicas dentro de las universidades y fuera de ellas.
A pesar de ello, el ejercicio actual de la libertad de expresión es asimétrico y desigual porque quienes tienen el poder, los recursos y el control de los medios de comunicación y los espacios donde se construye el conocimiento pueden reproducir la mentira y la desmemoria, confundiendo a la opinión pública, sin contrapeso alguno. En cambio, quienes defienden una posición crítica ante el genocidio, la limpieza étnica, el apartheid y la ocupación no tienen espacios en los medios hegemónicos. Así pues, la libertad que se defiende en comunicados oficiales y desplegados publicados en periódicos de distribución nacional es la libertad de los poderosos.
La libertad de expresión en su connotación liberal defiende al individuo y sus discursos, pero ¿puede defenderse la libertad de apoyar la muerte masiva ocasionada por un genocidio? En este contexto, resulta tan controversial como polémico defender la libertad de expresar opiniones arabofóbicas e islamofóbicas en espacios universitarios o fuera de ellos, así como guardar silencio frente al genocidio de un pueblo. Es igualmente controversial y polémico defender la abierta manipulación de la historia en aras de fortalecer un proyecto colonialista de ocupación y muerte. Es claro, entonces, que el discurso de la libertad individual se usa para defender un proyecto de estado imperialista y colonialista en nombre de esas mismas libertades. Se trata, pues, de un discurso ideológico que convierte a quienes apoyan el genocidio en víctimas y borra a las víctimas verdaderas: el pueblo palestino.
La libertad de expresión académica que ha de defenderse hoy es precisamente la de quienes son perseguidos en Alemania, Estados Unidos y el propio Israel por expresar posiciones críticas contra ese estado. También es libertad de expresión la que han manifestado el Colmex y el CIDE al tomar la decisión colegiada de romper relaciones con universidades israelíes con argumentos razonables y bien sustentados, que fueron increpados por académicos, intelectuales y otros personajes públicos que, en diversos espacios, se han dedicado a negar la existencia de un genocidio en territorio palestino.
Hoy en día la intolerancia no proviene del movimiento en apoyo a Palestina, que protesta ante el asesinato de civiles, incluyendo a miles de niñas, niños y adolescentes desprotegidos frente a las bombas de Israel. La intolerancia radical proviene, en cambio, del proyecto de limpieza étnica de Israel, que ha cobrado un nuevo impulso con el apoyo de la presidencia de Donald Trump. La intolerancia radical proviene de los sectores que hoy imponen sanciones y represalias al pensamiento crítico, artístico y estudiantil por apoyar a un pueblo que sufre una crueldad absoluta cuyo mayor responsable es el estado de Israel.
Quienes apoyan, justifican o guardan silencio ante el genocidio israelí parecen no tener más argumento que el uso irresponsable del holocausto para evadir la realidad: que hoy el estado israelí comete una limpieza étnica y un genocidio tal y como los que el pueblo judío sufrió a manos del régimen nazi. Las voces académicas e intelectuales que apoyan, justifican o guardan silencio ante el genocidio parecen no poder tolerar que se les debata y que existan posiciones críticas ante sus opiniones. En ocasiones usan su identidad judía para respaldar a Israel, desconociendo y olvidando que miles de judíos en México y en todo el mundo han dicho NO EN NUESTRO NOMBRE. Como académicxs decimos: tampoco en el nuestro.